Un absceso se forma cuando se acumula pus en un tejido, en un órgano o en un espacio limitado del organismo a causa de una infección. Los abscesos se pueden ubicar tanto externa como internamente, y pueden ser el resultado de una lesión o de la disminución de las defensas necesarias para combatir las infecciones. El área infectada se inflama, se hincha y se vuelve sensible, caliente y rojiza. La persona puede sentir fatiga, perder el apetito, perder peso y presentar accesos intermitentes de fiebre y escalofríos y en casos graves puede perecer.

Cuando el plomo se acumula en el organismo, permanece allí durante toda la vida. Por tanto, cuando de envenenamiento con plomo se trata, prevenir es mucho mejor que curar.

A continuación sugerimos algunas medidas sencillas para evitar la exposición al plomo:

El plomo es uno de los contaminantes metálicos más tóxicos que se conocen. Es un veneno que se acumula y permanece en el organismo. Incluso en cantidades bajas, el plomo que no se excreta a través del sistema digestivo se acumula en el organismo porque los tejidos lo absorben directamente de la sangre. Cuando el plomo sale del torrente sanguíneo, se almacena en los huesos — junto con otros minerales — donde se sigue acumulando a lo largo de toda la vida. El plomo de los huesos puede volver a entrar en el torrente sanguíneo en cualquier momento a causa de estrés biológico severo, como insuficiencia renal, embarazo, menopausia e inmovilización o enfermedad prolongadas.

El dolor de garganta es uno de los problemas de salud mas comunes. Se caracteriza por una sensación de quemazón y/o de carraspera en la parte trasera de la garganta. La mayoría de los dolores de garganta son producidos por infecciones virales, como las que causan el resfriado comun, aunque tambien pueden ser causados por infecciones bacterianas (especialmente estreptococos) y por cualquier agente que irrite la delicada membrana mucosa del fondo de la garganta y de la boca. Entre esos agentes irritantes estan medicamentos, cirugias, radioterapia, polvo, humo, emanaciones, alimentos o bebidas demasiado calientes, infecciones de la dentadura o de las enclas y abrasiones. La tos crónica y hablar en voz demasiado alta también pueden irritar la garganta.