Obesidad

obesidad

 

La obesidad es, sencillamente, el exceso de grasa corporal. Los profesionales de la salud normalmente emplean una medida llamada indice de masa corporal para clasificar el peso como saludable, sobrepeso moderado y obeso. El BMI se calcula multiplicando su peso (en libras) por 700, dividiendo el resultado entre la altura (en pulgadas) y dividiendo el resultado entre la altura (pulgadas) otra vez. Básicamente, según este índice, un BMI de 19 a 24.9 se considera sano; de 25 a 29,9, sobrepeso, y por encima de 30, obeso. En general, cuanto más alto sea el BMI, más probabilidades de sufrir problemas de salud, pero tampoco el índice lo explica todo. Junto al BMI, un exceso de grasa abdominal, por ejemplo, puede suponer un riesgo para la salud. Hombres con una talla de cintura superior a 40 y mujeres con talla mayor de 35 pulgadas tienen un riesgo mayor.

 

La obesidad es un grave problema de salud en Estados Unidos. Según los U.S. Centers for Disease Control and Prevention, más del 61 por ciento de los adultos en Estados Unidos tienen sobrepeso o están obesos. El exceso de peso y la inactividad causan más de 300.000 muertes prematuras en el país, una cifra sólo superada por el tabaco. Las personas con sobrepeso u obesas tienen más probabilidades de sufrir enfermedades cardiacas, derrames, hipertensión, diabetes, trastornos de la vesícula, gota o dolores articulares, apnea del sueño y osteoartritis, así como cáncer. Investigadores del American Institute for Cancer Research (AICR) han concluido que la obesidad aumenta el riesgo de muchos cánceres a nivel global y, quizás, del cáncer en general. De manera consistente se asocia la obesidad con los cánceres de seno posmenopáusico, de colon, del endometrio (uterino), de próstata, y de los riñones.

Se considera obesa cualquier persona cuyo peso exceda en 20 por ciento el peso normal para su edad, sexo, consti­tución y estatura. Según la Mayo Clinic de Rochester, Min­nesota, una persona tiene un peso saludable cuando se encuentra dentro del rango aceptable para su estatura y su edad, cuando el patrón de distribución de la grasa no re­presenta un riesgo de contraer algunas enfermedades y cuando la persona no sufre de ningún problema médico que exija bajar de peso.

Sin embargo, el peso es sólo una parte de la historia. Quizás más importante que el peso es el porcentaje de la grasa corporal. En las mujeres saludables, la grasa puede representar hasta el 25 por ciento del peso corporal; en los hombres, el 17 por ciento es un porcentaje saludable. El cuerpo de la mujer está diseñado para contener una pro­porción más alta de tejido graso a fin de garantizar un ade­cuado suministro de combustible para el embarazo y la lactancia, incluso en épocas de escasez de alimentos.

GirlfEl organismo humano promedio tiene entre treinta y cuarenta mil millones de células de grasa. La mayoría de las calorías adicionales que consumimos y que nuestro organismo no necesita utilizar como fuente inmediata de energía se almacenan como grasa. Si todavía fuéramos cazadores y recolectores, como nuestros antepasados, la grasa serviría de reserva para épocas de escasez de alimentos. De hecho, algunos investigadores piensan que nuestra afición innata por los alimentos ricos en calorías (especialmente por los alimentos grasosos) puede ser vestigio de una táctica de supervivencia de épocas remotas, cuando necesitábamos almacenar alimento como fuente de energía. Sin embargo, en los tiempos modernos la mayoría de los seres humanos ya no necesitan almacenar energía en forma de grasa. La mayor parte de los estadounidenses no esperan siquiera a que pasen cuatro horas entre una comida y otra, así se trate de snacks. Así pues, la capacidad del organismo de almacenar grasa ha dejado de ser un valioso mecanismo de supervivencia y se ha convertido en un grave problema para la salud. Al acumularse, la grasa llena hasta el tope el espacio que ocupan los órganos internos. La obesidad, incluso el sobrepeso moderado, les impone un estrés excesivo a la espalda, a las piernas y a los órganos internos, lo que con el tiempo exacerba muchos trastornos físicos y compromete la salud. La obesidad aumenta la resistencia del organismo a la insulina y la sus­ceptibilidad a las infecciones, e incrementa el riesgo de de­sarrollar hipertensión, diabetes, enfermedad de las arterias coronarias, enfermedades de la vesícula biliar y de los ri­ñones, derrame cerebral y otros males que pueden derivar en muerte prematura. El daño hepático y las complicacio­nes del embarazo son más comunes en personas que pre­sentan sobrepeso. Las personas obesas no sólo sufren desde el punto de vista físico, sino también desde el punto de vista sicológico porque nuestra sociedad tiende a equi­parar la belleza, la inteligencia y hasta el éxito con la del­gadez.

Las causas más frecuentes de la obesidad son la dieta y/o los hábitos alimentarios inadecuados, y la falta de ejercicio. Otros factores que suelen conducir a la obesidad son trastornos glandulares, diabetes, hipoglicemia, tensión emocional, aburrimiento y el simple gusto por la comida. La obesidad también se ha asociado con intolerancia y/o alergias alimentarias.

La concepción tradicional era que los factores genéticos son uno de los factores de la obesidad. El descubrimiento de un "gen de la obesidad" en 2001 representó un importante avance en el estudio de esta enfermedad. Sin embargo, hay muchos más genes que éste que juegan un papel en la obesidad, y los científicos los están estudiando. Lo que sí es cierto es que los portadores del gen tienen tendencia a la obesidad siempre que el resto de los factores (aunque no se conocen todos ellos) también encajen. También se sabe que las personas de ciertos grupos étnicos tienen más probabilidades de portar el gen. (Para los que sientan curiosidad, los nativos de África del Norte y los centroeuropeos portan el gen con mayor asiduidad.) La obesidad es un problema de salud muy serio. Lo que antiguamente se consideraba una falla moral, actualmente se ve como una enfermedad. El National Heart, Lung, and Blood Institute la denomina como una enfermedad crónica compleja que comprende factores genéticos, metabólicos, psicológicos, culturales, sociales y de comportamiento. En países como Estados Unidos y Australia, en Europa y en muchos paises en desarrollo de América del Sur y de Asia, la obesidad adquiere proporciones epidémicas. Para los amantes de las estadísticas, en los Estados Unidos hay actualmente 58 millones de personas con sobrepeso, 40 millones de obesos y unos tres millones que sufren de lo que se denomina obesidad morbosa (100 libras o más por encima del peso ideal, o un BMI de 40 o superior). Ocho de cada diez personas mayores de veinticinco arios de edad tienen sobrepeso. Australia se está acercando a esas cifras con rapidez y, aunque no lo consideren algo de lo que sentirse orgullosos, pronto pueden superar a los EE.UU. en esta categoría. Mientras tanto, en cualquier momento entre el 25 y el 50 por ciento de los estadounidenses adultos están haciendo algún tipo de dieta, y gastamos más de cuarenta mil millones de dólares al ario en ayudas dietéticas y en remedios para perder peso.

Los expertos tienen diversas teorías sobre la obesidad, pero generalmente están de acuerdo en que la clave de la pérdida de peso es sencilla: Comer menos y moverse más. El cuerpo tiene que quemar más calorías de las que ingiere. Tradicionalmente hay tres maneras básicas de manejar el sobrepeso mediante suplementación nutricional. La primera es utilizar hierbas y nutrientes diuréticos para disminuir la retención de fluidos. La segunda es utilizar vitaminas lipotrópicas, las cuales tienen la capacidad de reducir el colesterol y la grasa. La tercera es utilizar supresores naturales del apetito. No obstante, para bajar de peso de manera permanente se requiere hacer cambios saludables en el estilo de vida y comprometerse a mantenerlos de por vida. Siempre merece la pena hacer el esfuerzo para mejorar su salud.

Esta es una guía rápida con los mejores complementos alimenticios para acompañar un proceso de dieta.

  • 7P160-60 copiaCromo. Reduce los antojos incontrolables de azúcar estabilizando el metabolismo de los carbohidratos simples (azúcar).






  • 4P159-60 copiaÁcidos grasos esenciales. Todas las células del organismo los necesitan. Necesarios para controlar el apetito. Consumir con una dieta baja en grasa.






  • 2P115-60 copiaLecitina. Emulsificantes de la grasa. Descomponen la grasa para que el organismo la pueda eliminar.






  • 1P023-60 copiaVitamina C con Bioflavonoides. Necesarios para la función normal de las glándulas. Aceleran el metabolismo cuando es lento, lo que significa que se queman más calorías.






  • 5G107-60 copia5-HTP. Supresor del apetito. Advertencia: Si usted está embarazada o lactando, no debe tomar este suplemento







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