Bulimia

bulimia

La bulimia nerviosa es un trastorno de la alimentación que se caracteriza por episodios en los cuales la persona consume de manera descontrolada grandes cantidades de alimentos ricos en calorías ("binging"), seguidos de vómito autoinducido o uso de laxantes para "purgar" el cuerpo de los excesos cometidos durante el episodio. Los episodios de binging/purga varían en frecuencia, de varias veces a la semana a varias veces al día, y la duración puede ir de varios minutos a una hora o dos.

 Normalmente, la persona bulímica siente que no tiene control, que no puede dejar de comer hasta que no está completamente llena. Luego se siente totalmente apesadumbrada y avergonzada por estar llena y busca eliminar la comida que acaba de ingerir. Todo esto se realiza en secreto. La bulimia es un grave problema médico y psicológico que se puede complicar peligrosamente. Este trastorno de la alimentación puede derivar en serios problemas de salud, como anemia, malnutrición, pérdida de fluidos, desequilibrio electrolítico, úlceras, sangrado interno, hipoglicemia, perforación estomacal o del esófago, daño renal o hepático, frecuencia cardíaca errática, infertilidad, fin de la menstruación, cálculos en las glándulas salivales, erosión dental y/o de las encías, debilidad del sistema inmunológico, pulso lento, desorientación mental, pérdida de masa muscular y ósea, y baja presión arterial.

Asimismo, si el contenido graso del cuerpo en la mujer desciende por debajo de un nivel mínimo, el cuerpo no produce estrógeno, lo cual puede resultar en destrucción de los tejidos óseos y un mayor riesgo de osteoporosis. Debido a la extrema pérdida de peso, ejercicio, falta de alimentos y/o a la falta de las vitaminas y minerales necesarios, el cuerpo puede necesitar acceder a la masa muscular para obtener energía. Este es un efecto muy peligroso y muy pocas personas con trastornos alimentarios se dan cuenta de ello. Con el tiempo pueden aparecer trastornos que pueden poner en peligro la vida, como cánceres de seno, esófago o intestinos, así como de los órganos reproductivos. También pueden presentarse trastornos renales o de hígado e insuficiencia cardíaca.

Según la National Association of Anorexia Nervosa and Associated Disorders, en los Estados Unidos hay ocho millones de personas con trastornos alimentarios, una cifra que sigue subiendo. La bulimia afecta sobre todo a las mujeres (aunque también la cifra de hombres afectados sigue creciendo), y no distingue edades o estado social. La sociedad actual nos bombardea constantemente con mensajes que alaban la delgadez, cuanto más, mejor para lucir mejor. Nuestros ídolos son actores, actrices, cantantes y modelos que fijan unos estándares de belleza difíciles o imposibles de alcanzar para la mayoría de las personas.

Aunque las personas que desarrollan trastornos alimentarios realmente quieren sentirse mejor consigo mismas, ocurre justo lo contrario. Los pacientes de bulimia están obsesionados con su peso, tienen una imagen distorsionada de sus figuras y se dan asco a sí mismos por no tener lo que ellos consideran un "cuerpo perfecto". Otras implicaciones psicológicas comúnmente asociadas a la bulimia son el odio intenso contra cualquiera que interfiera con ellas, ansiedad, depresión, miedo a ser descubiertos, aislamiento, soledad, y comportamientos obsesivoscompulsivos. Las personas con bulimia suelen exhibir otras cualidades extremas, como el abuso del alcohol, del tabaco o de las tarjetas de crédito y shoplifting. Normalmente gastan muchísimo dinero en comida, incluso usan dinero que deberían guardar para otras necesidades. También es posible que eviten sus responsabilidades sociales o laborales para conseguir una oportunidad para atracarse.

Aunque no se conoce la causa de este tipo de trastornos, muchos creen que tienen que ver con una mezcla de factores psicológicos, biológicos y sociales.

Hay estudios de familias y gemelos que apuntan a que la herencia genética puede jugar un papel. Psicológicamente hablando, desde que nacemos la comida nos provee seguridad, confort y placer. Los episodios de atracones suelen asociarse con el estrés. Probablemente esta conducta es un intento del individuo bulímico por manejar sus emociones, pues le permite distraer su atención de problemas emocionales desagradables o perturbadores. No es raro que las personas bulímicas vivan obsesionadas con el ejercicio, ya que es un medio para controlar el peso.
Muchas personas bulímicas provienen de familias donde ha habido abuso físico o sexual, o en las cuales había problemas de adicción. Muchas mujeres tuvieron su primer episodio bulímico como resultado del rechazo, real o imaginario, de algún hombre. Otras son perfeccionistas, tienen altas expectativas sobre sí mismas pero baja autoestima. Particularmente cuando las necesidades emocionales básicas de la mujer no fueron satisfechas en su infancia, ella puede llegar a creer que sus problemas se resolverían si se volviera atractiva físicamente (es decir, delgada), y esta obsesión conduce a la bulimia.

Además de lo anterior, hay indicios de que en la bulimia nerviosa también intervienen factores fisiológicos. Por ejemplo, en personas con trastornos alimentarios tienden a verse desequilibrios químicos similares a los que se encuentran en personas con depresión clínica. Todas tienen altos niveles de adrenocorticotropic hormone (ACTH), una hormona producida por la glándula pituitaria que inhibe el funcionamiento de las células T y que, por tanto, disminuye la función inmunológica. Las personas bulímicas también pueden presentar niveles reducidos del neurotransmisor serotonina, lo que contribuye a los antojos incontrolables de carbohidratos simples, precisamente lo que consumen durante sus episodios bulímicos. Algunos investigadores han descubierto que la bulimia está asociada con trastornos del temporal derecho del cerebro.

A diferencia de las personas anoréxicas, cuyo problema de falta de alimentación se evidencia en algún momento, las personas bulímicas pueden ocultar su problema durante largo tiempo, aun durante años, porque su peso suele ser normal (algunas incluso presentan sobrepeso) y sus episodios de comer descontroladamente y purgarse se llevan a cabo en secreto. Entre las señales físicas de la bulimia están hinchazón de las glándulas de la cara y el cuello, erosión del esmalte de las piezas dentales posteriores, ruptura de vasos sanguíneos en la cara; hinchazón de las glándulas salivales, lo que produce una apariencia de "chipmunk"; dolor de garganta constante, inflamación del esófago y hernia hiatal, todas consecuencia del vómito autoinducido. A veces es preciso extraer quirúrgicamente cucharas e implementos utilizados para inducir el vómito. Si el abuso de laxantes forma parte del cuadro, puede presentarse daño intestinal, sangrado rectal y diarrea permanente. La utilización de laxantes también arrastra y elimina del cuerpo el potasio y el sodio, lo cual produce un desequilibrio electrolítico que da por resultado deshidratación, espasmos musculares y, eventualmente, paro cardíaco. Hay otros signos de bulimia, como pérdida de cabello, piel amarillenta o grisácea, arrugas prematuras, mal aliento, pesadillas al dormir, pies y manos siempre fríos, confusión mental, piel seca, debilidad extrema, fatiga muscular y vahídos.

Las personas bulímicas normalmente se sienten muy culpables por su conducta. Por este motivo les ocultan su problema durante años incluso a los hijos y al cónyuge. Entre las señales de que algo marcha mal están ir siempre al baño después de las comidas, desaparición inexplicable de grandes cantidades de alimentos, citas frecuentes con el odontólogo y cambios anímicos.

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